martes, diciembre 28, 2010

El año radowitzkyno

  Recién observe una costilla que se me notaba más que la otra, cómo también mi piel que se va camuflando según el clima del lugar donde me toque estar. Mi cabeza se va desmaterializando al igual que mi aspecto, los brotes en mi espalda ya no suelen ser contracturas ni tatuajes, y las tripas, las tripas solo se doblan, pero de asco por lo general.
Es que acabo de vivir tantas cosas, y fue del trayecto de la puerta a la silla, y las viví, y me siento viejo, me siento un viejo, que no se confunda, no estoy renegando de estar más viejo, ni soy un viejo choto ni cansado ni pesado. Es más la fuerza que tengo ahora en este momento no la tuve nunca en mi vida. Y estoy contento de los años, que dejaron tanto en mí, que me hicieron esto, o lo que ahora soy, contento del saber, de la felicidad de los días, de estar tranquilo, de haber vivido tanto con tan poca edad.
Simón, ¿tú vida fue así? Cómo te salvaste de la mediocridad, cómo hiciste para que cosas tan simples y vulgares no te afectaran como me afectan a mí, cómo es qué tus ideales, tus metas iban por arriba de todas esas cosas, cómo es qué lo hiciste? Te admiro por ello, por ser un ser humano extraordinario que creyó en el cambio, que supo descifrar la verdad como quién traza un mapa en la palma de su mano, y lo lleva consigo para siempre. Y también viviste mucho, y también viviste mucho en poca edad, tenías esa ambición que me corre en las venas, tenías esa mentalidad arrolladora que iba por arriba de todo, que superaba cualquier deseo egoísta que podías llegar a tener, el egoísmo se te fue, es más te diría que te admiro por ello también. Fuiste un infeliz en muchos aspectos por hacer todo lo que hiciste. Y sin embargo lo volverías a hacer sin dudarlo. No te quedaste en lo básico, no aspiraste ni soñaste con una vida burguesa.
Y es en parte gracias a vos, aprendí a desatarme, me descascare, me desalme, me desamolde, en el sabor amargo de la razón, del aceptar el paso del tiempo y el final, de la verdad de este maldito sistema, que está mal, que es horrible. Explote por dentro, en millones y millones de pedacitos, y las palabras me ayudaron, me acompañaron, también me traicionaron, me engañaron, no tengo la suerte de ser sordo, aún. Y aunque ame las palabras a veces es mejor escribirlas en el aire, por qué al pronunciarlas, al prometerlas es al final donde quedan, en el aire, cómo tantas cosas. En cambio, los hechos, las acciones, las cosas que hacemos de un instante a otro son las que determinan nuestro porvenir, el post, los post put que puedas o en que pueda quedar todo lo que uno lleva acabo a lo largo de todo un año, y a la puta.
Liviano mi andar, no me pesan las piernas y el camino ahora resulta ser recto, como mis convicciones, y mis ganas de llevarlas acabo. De por más que sea una sola alma en pena en la que puedo propagar algo, esa sola alma vale. Es que están todos tan cómodos, tan entusiasmados en su mercantilismo puro, que hasta ahora lo que antes era anormal esta trillado, esta como industrializado, y el solo hecho de encontrar mi vida igual de cómoda, y ensimismada en el camino por el que tanta gente anduvo y anda, me dan ganas de vomitar. Como me dijo un amigo, preocupaciones capitalistas, las de ellos.
Ya que estamos en eso...¿El amor dónde me queda? ¿Será que algún día volveré a amar? ¿Alguna vez va a volver a ser algo importante en mí? No lo sé, cómo nunca pude prevenir este cambio tampoco voy a poder prevenir otros, mis acciones aunque intente domarlas a fuerte latigazos, estas se desbordan, se escurren por debajo de la mesa, y mis sentimientos salen a flote, por ahora están en una jaula, por ahora soy solo ese animal.
Que mal, otro puto balance de un año más que se pasa, qué necesidad de hacerlo, debe de ser que estoy muy al pedo, para qué desear que te vaya bien si después te va para el orto? Y esa vez que no desee, que no espere nada, la felicidad me ahogaba, se me escapaba por los poros. No esperaba nada del 2010, y sin embargo me fue tan bipolar, si hubo momentos feos, si hubo cosas tristes, si me fue para el orto, igual disfrute (y no es por mi adicción al masoquismo) fue por qué de todo aprendí, y me la banquee solito, y me la sigo bancando.
2010, como 2004, de esos años que te marcan para siempre, de sonrisas grandes, de saberes nuevos, de melancolías largas, de lágrimas de arsénico, placeres inhóspitos, y la seguridad absoluta de haber cambiado para siempre.




       Por un 2011 que explote a lo grande como Falcón. Es lo único que puedo llegar a pedir.