Al parecer hay
colores que no detecto, son colores que caen del cielo, como fuegos, fuego en
el cielo y yo ciego de no poder ver esos nuevos colores que son invisibles para
mí, veo lo que mi cerebro me deja ver, sí, al parecer soy sólo el reflejo en un
espejo.
Mil mundos caben en
un mundo, en un plantero, en el limbo, o será este el limbo? Estaré ahora en el
limbo de los católicos? Qué es realmente lo que palmo? Hay veces que siento que
me salgo de mí, que no veo como los demás o no veo como se supone que se debe
ver, el otro día me observe así, y me pregunte a cerca de la normalidad, qué
era serlo? Ser normal, ser normal en una sociedad totalmente enferma y la
cuestión de la locura, quiénes son los locos al final? Yo no sé, intento
mantenerme en la línea pero siempre me salgo, como descolocado ante tanto
zumbido, que me sacude las piernas adormecidas del andar.
El adoctrinamiento de
los cuerpos existe, como también el de las mentes, y de las almas? De los
cuerpos sin alma, como dice Liliana Felipe, y dónde van las almas no
colapsadas, no colmadas, las almas vacías según la óptica de lo que se debe
ser, cómo se hace para no perderse? En el mundo del revés como dice la canción,
vamos haciendo fila para terminar todos en el mismo lugar, de la misma forma,
yo quiero terminar como la Negra, la cantante.
Hay días raros por
ejemplo, días que para mi son como un flashback, o algo así la palabra que me
enseñaban en las cursadas de cine, me decían de algo así como volver en el
tiempo pero no con la maquina sino con las mentes, algunas solas, las otras
ayudadas por sustancias, y me vuelve la mente y ese gustito a verano en la
ducha después de la pileta, ducha en el baño y olor a comida de mi vieja y
gritos de primas que llegan desde Buenos Aires y están felices de vernos, y yo
apurado sigo en el baño mientras me lavo el pelo y escucho los murmullos. Mi
piel áspera, salada, bronceada por la pileta con los pelos duros por el cloro,
y yo que ni me termino de bañar para poder verlas. O otros veranos en que me
salto de la camioneta de mi viejo para volver corriendo a lo de mi abuela, a la
mierda el campo, a la mierda los chanchitos, a la mierda los pomelos, y demás,
yo corro a lo de mi abuela a internarme ahí y ser feliz con mis primas, con
Silvana, con Yanina, con los pibes de la plaza, en el tobogán, en la hamaca,
corriendo por la vereda, prendido en los arboles de la vivienda de la Haydee,
peleando con el gil del barrio y enamorado de la nueva chica del barrio.
Si ese limbo era lindo,
me encantaba y me encanta volver allí y ver como el tiempo conserva y destruye
a la vez todo eso, que tanto ame y amo. Los colores eran cálidos, felices,
adormecedores de castigos por no obedecer, por querer hacer lo que siempre
quise, por ser libre. Elegir yo esos colores y no quedarme con los opacos, con
los tibios, abstractos y superficiales.
Una vez vimos con el
Brian unos colores raros en el cielo, y flasheamos con unos círculos que había
en la cancha del polideportivo, nos gustaba delirar con platos voladores que se
estacionaban ahí, nos subíamos a la muralla alta del poli y observábamos desde
ahí, pero la noche que vimos entre las nubes bajas esos colores, esos puntos de
colores que estaban bajos y corrimos a lo de mi abuela, creo que era con Yiyo,
y no con el negro, bueno vimos los colores rojos, azules, naranjas, y salimos
al pique para alejarnos de eso tan bajo que paso por nuestros ojos, y con miedo
ante esos colores que no eran más que eso, colores porque ni ruido no hacían, y
nosotros juro por la vida de mi abuela que la amo con todo mi ser, que los
vimos a esos colores pero que nuestros cerebros no sabían lo que veían entonces
sólo vimos colores, sólo pudimos reconocer eso.
Pero será eso un
color? Será eso ser normal o ser loco? Será ese un limbo o sólo un flashback de
una clase de cine, o el recuerdo, sueño, pesadilla de alguien más. Lo viví,
viví esas siestas de calor a las brazas de una calle prendida fuego, de tierra
que arde entre los dedos, de noches con viento leve, que ni silva ni enfría,
pero es cómodo, de madrugadas de gritos raros en el barrio, de avistamientos
raros en el barrio, testimonios, partidas, y hasta de muertes.
Pero ahora es de
mañana y estamos felices porque los Reyes Magos nos traen regalos, y yo bien
temprano corro a lo de mi abuela (como siempre) y voy al fondo porque a ella a
la mañana le gusta tomar mates en el fondo, nosotros estamos (como siempre
también) con Silvana chismoseando, y yo le digo en voz baja que los reyes magos
no existen, y ella me dice que no diga nada porque Yanina que es más chica no
sabe nada, y la pendeja que no sabe ni leer todavía nos dice que no le importa
que no le contemos lo que hablamos, que ella ya sabe que todo lo de los reyes
es una mentira, a lo que mi tía Cristina nos reta por haberlo intentado
contar. Es de siesta y en la bici de mi
abuelo materno difunto nos escapamos a la plaza de otro barrio con Silvana, no
le decimos a nadie, pero para nosotros ese es nuestro secreto, nuestra diversión,
irnos “tan lejos” sin que nadie más venga, ni sepa (sólo eran un par de
cuadras) para nosotros eso era ser libre, ser rebelde, ser feliz.
Ahora tengo otro flash y en este flash de vuelta en le
tiempo, Lúchina que era re llorona, se cae de la planta de guayaba del fondo de
la casa de la Ludmila, se cae por querer alcanzarnos, y va golpeándose por
todas las ramas mientras va cayendo en cámara lenta y cuando por fin termina de
caer se golpea la cadera contra unos ladrillos de punta (por lo cual hasta el
día de hoy tiene dolores) nosotros desde la punta del árbol vemos toda la
secuencia y también escuchamos los gritos de la Nicha, su mamá que la escucho
llorar a los gritos, y no nos importa si la otra se muere, nos asusta que la
Nicha nos cague a palo, entonces nos apuramos a bajar del árbol, al saltar la
pisamos a la Luchi, que grita aún más y cuando por fin estamos salvos, Lúchina
se pone mejor pero queda castigada por jugar con varones y lastimarse.
Tengo colores que conservo de la infancia, como esos que una
vez creamos con mi prima Tatiana, colores en botellas, botellas de todos los
colores, era sólo eso, una botella que adentro tenía liquido de color, con
flores, con tintura, con lo que sea creábamos colores, eran amarillas, rojas,
verdes, azules, naranjas y hasta marrones, nos encantaban esos colores ahí
amontonados dentro de esas botellas descartables, los fabricamos triturando las
flores, picándolas y mezclándolas con agua, esos colores que nuestros ojos
veían y se fascinaban por esos colores que nuestras almas tan inocentes
añoraban, sólo colores para tirar lo opaco, para remar la tarde, para remar no,
no hacía falta, éramos felices así, con
esos colores.