domingo, noviembre 29, 2009

Mi mirada, la tuya?



¿Y yo qué vengo a ser? Soy hijo de lo que para mucha gente en la actualidad es la generación perdida????, THE SHOW generation que lo único que supuestamente me importa es escuchar mi aipon (ni se cómo se escribe) y tener ropa a la moda. Bueno eso es lo que dicen en la tele y si lo dicen en la tele debe de ser “verdad”, es un reflejo de la sociedad dice la gente, cuando no saben que lo que están viendo es un recorte, un vago recorte, es el espejo en el que muchos se sientan a mirarse por horas, zombies.

¿Y qué quieren? Si ya esta todo hecho, si no encuentro nada firme que me mueva, nada me motiva, ya todo paso y lo más que puedo esperar de la revolución es una producción de cadenas de productos con la cara del Che o pegantes para heladeras. Eso se siente a veces.
También es verdad que mientras yo, como muchos, siento que por mis venas la sangre corre y pide a gritos un cambio pero a la vez no puedo que tardarme mucho en escribir esto, por qué mañana es lunes y no tengo que pasarme de hora para levantarme temprano e ir al trabajo.
Antes solía ser diferente, estaba a fuera de esto, no me importaba en lo más mínimo sólo ignoraba todo, tanta hipocresía junta me creaba un asco tan profundo que mi primera reacción inconscientemente fue la de desinterés total. ¿Hasta qué punto uno puede sumergirse en este mundo? Hasta donde puedo ahogarme en el capitalismo y respirar el mismo aire de esta sociedad de moral machista y católica en la que a algunos se les promete un paraíso divino, una mentira para que sigan tranquilos en su infierno terrenal.
Los que hablan de valores, respeto, moral, ética, responsabilidad, cínicos que predican en nombre de “dios”, de lo “bueno” cuando en realidad lo que les importa e interesa es hacerse más y más ricos con sus acuerdos con los monopolios, les encanta Estados Unidos, y odian su tierra, su gente, sus costumbres y los tratan de inferiores.
Están sentados a la derecha de “dios” pero anda a saber qué dios será ese, “su dios” ¡Claro que su dios existe! Si por todas partes encuentro signos de su maldad. Entonces me siento a mirar el sol y sueño con una máquina del tiempo que me ayude a traer del 68, del Mayo Francés o de la Primavera de Praga tan sólo una chispa de todo eso para sembrar en los corazones ese hambre de libertad, de sed de justicia e igualdad que los hijos de mil mataron y propagaron como plaga en las neuronas su punto de vista como única señal de ajuste.
Como leí una vez, algo así como “la tragedia sin servidumbre no es tragedia, es sólo un pálido drama burgués”, ¿Y cómo no? Si este sistema los legitimiza en todos los aspectos para que no tengan tragedia, están muy ocupados acumulando y acumulando, lo único que los mueve es el dinero, sordos adicto al sistema de mercado, y consumen y consumen, es un ocho tan grande como nuestra galaxia.
Tengo miedo de terminar así, tan tristemente aferrado a estás bases, que me exige que acumule, que tenga plata, que sea clasista, que esté del lado de la derecha para ello, que me case en el altar, que tenga hijos, claro, cómo no vas a tener hijos?, que les pague la educación, que me enloquezca por la seguridad de mis hijos y darles todo, trabaje, trabaje y trabaje sólo por egoísmo puro y un día me encuentre con un sobre con una boleta adentro, cuyo destino para mi sorpresa sea un voto a favor de un partido conservador.






1 comentario:

Raúl dijo...

“¡Libertad! ¡Libertad! ¡Horrible, horrible libertad!”, gritan las hormigas cuando son liberadas de su cajita de vidrio en pleno viaje a la luna a causa de Homero Simpsons.
“I’m so fresh, I’m so clean. I got the lips, I got the skin”, susurra ahora esta Shakira desde una pantalla de televisión.
Del “hambre de libertad, de sed de justicia e igualdad” que vos hablás sólo quedó el “hambre”, la “sed” y la “igualdad”. La igualdad ante la muerte, que es la única liberadora, igualitaria.
El problema de “este sistema”, como vos decís, es que “lo hacemos entre todos”, como dicen los slogans. Lo hegemónico, para serlo, debe ser continuamente confirmado y, también, criticado.
Reina Reech habla de paz, de amor, de espiritualidad, de cabalá y lo único que hace es sacarse como loca. Lo único que le interesa es “que no la salpique el barro”, dice ella, y lo único que hace es enterrarse de cabeza en el putrefacto barro otrora bosta de vaca. Todos nos enterramos continuamente en un barro de discursos. Discursos de igualdad, de justicia, de pluralidad, de derechos humanos. Nos llenamos la boca con estos discursos al tiempo que masticamos un sánguche y mascullamos barrabasadas.
Impulsamos la pluralidad y cuando alguien nos critica, no debatimos, no confrontamos argumentos, ideas, simplemente atacamos, desautorizamos, descalificamos, promovemos la violencia. ¿Qué pluralidad de medios se puede promover en medio de tanta violencia discursiva? Si cuando el conflicto del campo, no se debatió, no se discutió, simplemente se descalificó a la voz de “piquete de la abundancia”, de “cuatro x cuatro” y cosas así. La gente que trabaja en el campo, que tiene campo, que lo heredó, que lo ganó trabajando, o que lo consiguió de mala mano, no importa, no tiene el derecho a la palabra, el derecho a la protesta. Nuestra idea de pluralidad es que pueden hablar sólo quienes nosotros señalamos con el dedo, aquellos que sabemos de antemano que van a hablar bien de nosotros. Y si alguien habla mal de nosotros, anulamos su derecho a hablar dando brazadas en el charco de barro, a la voz de “¡gorila!”, de “antidemocrático”, etc. Y la democracia, “este sistema”, es, ahora más que nunca, puro barro discursivo. La democracia es único argumento y único contraargumento, cascote de barro que te da por la geta, significante sin significado, pura forma, estética, pose para sacarse la foto. El problema no es que alguien se encuentre un día para su sorpresa frente a una urna con “una boleta adentro (…) de un partido conservador”. El problema es que todos metemos la boleta en la urna como único acto democrático. La democracia hoy día, significante sin significado, es meter un sobre en una urna cada dos años. El resto es la mezcla mejor lograda de dictaduras y autoritarismos al por mayor.