viernes, diciembre 14, 2012

Mi alma tenía un color pero no lo recuerdo


  Al parecer hay colores que no detecto, son colores que caen del cielo, como fuegos, fuego en el cielo y yo ciego de no poder ver esos nuevos colores que son invisibles para mí, veo lo que mi cerebro me deja ver, sí, al parecer soy sólo el reflejo en un espejo.
 Mil mundos caben en un mundo, en un plantero, en el limbo, o será este el limbo? Estaré ahora en el limbo de los católicos? Qué es realmente lo que palmo? Hay veces que siento que me salgo de mí, que no veo como los demás o no veo como se supone que se debe ver, el otro día me observe así, y me pregunte a cerca de la normalidad, qué era serlo? Ser normal, ser normal en una sociedad totalmente enferma y la cuestión de la locura, quiénes son los locos al final? Yo no sé, intento mantenerme en la línea pero siempre me salgo, como descolocado ante tanto zumbido, que me sacude las piernas adormecidas del andar.
 El adoctrinamiento de los cuerpos existe, como también el de las mentes, y de las almas? De los cuerpos sin alma, como dice Liliana Felipe, y dónde van las almas no colapsadas, no colmadas, las almas vacías según la óptica de lo que se debe ser, cómo se hace para no perderse? En el mundo del revés como dice la canción, vamos haciendo fila para terminar todos en el mismo lugar, de la misma forma, yo quiero terminar como la Negra, la cantante.
 Hay días raros por ejemplo, días que para mi son como un flashback, o algo así la palabra que me enseñaban en las cursadas de cine, me decían de algo así como volver en el tiempo pero no con la maquina sino con las mentes, algunas solas, las otras ayudadas por sustancias, y me vuelve la mente y ese gustito a verano en la ducha después de la pileta, ducha en el baño y olor a comida de mi vieja y gritos de primas que llegan desde Buenos Aires y están felices de vernos, y yo apurado sigo en el baño mientras me lavo el pelo y escucho los murmullos. Mi piel áspera, salada, bronceada por la pileta con los pelos duros por el cloro, y yo que ni me termino de bañar para poder verlas. O otros veranos en que me salto de la camioneta de mi viejo para volver corriendo a lo de mi abuela, a la mierda el campo, a la mierda los chanchitos, a la mierda los pomelos, y demás, yo corro a lo de mi abuela a internarme ahí y ser feliz con mis primas, con Silvana, con Yanina, con los pibes de la plaza, en el tobogán, en la hamaca, corriendo por la vereda, prendido en los arboles de la vivienda de la Haydee, peleando con el gil del barrio y enamorado de la nueva chica del barrio.
 Si ese limbo era lindo, me encantaba y me encanta volver allí y ver como el tiempo conserva y destruye a la vez todo eso, que tanto ame y amo. Los colores eran cálidos, felices, adormecedores de castigos por no obedecer, por querer hacer lo que siempre quise, por ser libre. Elegir yo esos colores y no quedarme con los opacos, con los tibios, abstractos y superficiales.
 Una vez vimos con el Brian unos colores raros en el cielo, y flasheamos con unos círculos que había en la cancha del polideportivo, nos gustaba delirar con platos voladores que se estacionaban ahí, nos subíamos a la muralla alta del poli y observábamos desde ahí, pero la noche que vimos entre las nubes bajas esos colores, esos puntos de colores que estaban bajos y corrimos a lo de mi abuela, creo que era con Yiyo, y no con el negro, bueno vimos los colores rojos, azules, naranjas, y salimos al pique para alejarnos de eso tan bajo que paso por nuestros ojos, y con miedo ante esos colores que no eran más que eso, colores porque ni ruido no hacían, y nosotros juro por la vida de mi abuela que la amo con todo mi ser, que los vimos a esos colores pero que nuestros cerebros no sabían lo que veían entonces sólo vimos colores, sólo pudimos reconocer eso.

  Pero será eso un color? Será eso ser normal o ser loco? Será ese un limbo o sólo un flashback de una clase de cine, o el recuerdo, sueño, pesadilla de alguien más. Lo viví, viví esas siestas de calor a las brazas de una calle prendida fuego, de tierra que arde entre los dedos, de noches con viento leve, que ni silva ni enfría, pero es cómodo, de madrugadas de gritos raros en el barrio, de avistamientos raros en el barrio, testimonios, partidas, y hasta de muertes.
 Pero ahora es de mañana y estamos felices porque los Reyes Magos nos traen regalos, y yo bien temprano corro a lo de mi abuela (como siempre) y voy al fondo porque a ella a la mañana le gusta tomar mates en el fondo, nosotros estamos (como siempre también) con Silvana chismoseando, y yo le digo en voz baja que los reyes magos no existen, y ella me dice que no diga nada porque Yanina que es más chica no sabe nada, y la pendeja que no sabe ni leer todavía nos dice que no le importa que no le contemos lo que hablamos, que ella ya sabe que todo lo de los reyes es una mentira, a lo que mi tía Cristina nos reta por haberlo intentado contar.  Es de siesta y en la bici de mi abuelo materno difunto nos escapamos a la plaza de otro barrio con Silvana, no le decimos a nadie, pero para nosotros ese es nuestro secreto, nuestra diversión, irnos “tan lejos” sin que nadie más venga, ni sepa (sólo eran un par de cuadras) para nosotros eso era ser libre, ser rebelde, ser feliz.
 Ahora tengo otro flash y en este flash de vuelta en le tiempo, Lúchina que era re llorona, se cae de la planta de guayaba del fondo de la casa de la Ludmila, se cae por querer alcanzarnos, y va golpeándose por todas las ramas mientras va cayendo en cámara lenta y cuando por fin termina de caer se golpea la cadera contra unos ladrillos de punta (por lo cual hasta el día de hoy tiene dolores) nosotros desde la punta del árbol vemos toda la secuencia y también escuchamos los gritos de la Nicha, su mamá que la escucho llorar a los gritos, y no nos importa si la otra se muere, nos asusta que la Nicha nos cague a palo, entonces nos apuramos a bajar del árbol, al saltar la pisamos a la Luchi, que grita aún más y cuando por fin estamos salvos, Lúchina se pone mejor pero queda castigada por jugar con varones y lastimarse.
 Tengo colores que conservo de la infancia, como esos que una vez creamos con mi prima Tatiana, colores en botellas, botellas de todos los colores, era sólo eso, una botella que adentro tenía liquido de color, con flores, con tintura, con lo que sea creábamos colores, eran amarillas, rojas, verdes, azules, naranjas y hasta marrones, nos encantaban esos colores ahí amontonados dentro de esas botellas descartables, los fabricamos triturando las flores, picándolas y mezclándolas con agua, esos colores que nuestros ojos veían y se fascinaban por esos colores que nuestras almas tan inocentes añoraban, sólo colores para tirar lo opaco, para remar la tarde, para remar no, no hacía falta, éramos  felices así, con esos colores. 

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