miércoles, enero 16, 2013

Viuda II

" Quiero que todo sea como un videoclip y volver a creer, quiero poder bailar y sonreír como antes sin pensar en que todo eso es una mierda"


 ¿Quién iba a saber?, nadie podía saber que con veinticuatro años ya era una viuda, y lo primero que le decían cuando andaba por ahí era, -"¿cuanto por el pete?"- no le veía nada malo, no era abolicionista, cada una hace lo que puede se decía, pero ella era puta por placer.

  Ese día no pudo dormir, sólo podía sentir el rímel que recorría su mejilla, eso la devolvió a la mañana en que recibió una llamada, era la paraguaya que hace mucho no veía y extrañaba un montón. Clara fue su amiga de antes de que lleguen a la Plata, de cuando iban a la peluquería de Miguel en Misiones y eran dos culisueltas del interior.-"Nos fuimos armando de a poco"- La mañana esa, no fue hace mucho que recibió una llamada y al parecer el celular de la Paraguaya, se había marcado solo, y escuchaba gritos, horribles,- "Porque sí vos no sos mi papá"- se escuchaba del otro lado,ella no entendía lo que escuchaba, y más gritos horribles, -"No me pegues". se volvía a escuchar y más gritos, y la impotencia se apodero de ella, y cuando por fin se digno a hacer algo pronunció -"Clara, ¿Clara qué pasa?- y de un golpe la comunicación se corto, el sueño se le fue completamente y corrió al comedor a buscar el teléfono fijo para marcar el número de su amiga, nada, el celular estaba apagado.
  Nunca más volvió a saber de Clara, el celular nunca más estuvo prendido, no tenía forma de comunicarse con los parientes de Posadas, la mamá se había ido a España cuando Clara era niña, y la dejo con los abuelos, que al poco tiempo fallecieron.-"¡Que suerte que el abuelo estaba muerto, muerto en las barracas!"-, ese viejo borracho le hacía la vida imposible a Clara.  Y ahora no iba a sentir pena por su ex, no lo iba a sentir en su nueva vida, no había lugar para la culpa, la culpa es un sentimiento católico y le llevo muchos años superar todas esas cosas que le metieron en la cabeza de niña. No, no había lugar para la nostalgia en su nueva vida, ya no quería estar estancada ahora que lo había matado, no quería más recuerdos, ni ropas, ni fotos, ni lugares, nada, todo había muerto con él. ¿Y Clara?
 Con Clara salían juntas a todos lados, se habían conocido en una fiesta en lo de Brenda, una lesbiana masculina que también en esos años recién había llegado a la city, y organizaba fiestas muy piolas en su departamento, que aunque Brenda vivía con su mamá Silvana, con Silvana las fiestas eran mucho mejores. Cuando vio a Clara por primera vez sintió que era arrastrada con un imán, la veía bailar entre los flashes de luces de colores y la oscuridad, la veía sacudir esas trenzas largas de colores que la paraguaya usaba e iban hasta por debajo de la cintura. De zapatos con plataforma ancha y pantalón ajustado al mejor estilo noventoso, con una musculosa holgada que dejaba ver bastante, era imposible no mirarla. Llevaba un diamante naranja de plástico pegado en la frente y no había nadie en esa fiesta que bailará mejor que ella.
 Al entrar al baño la encontró agachada dándose un saque en la tapa del inodoro, sólo podía ver los aros gigantes que golpeaban los bordes de la tapa, cada vez que Clara ejercitaba su nariz. Mientras se limpiaba con los dedos, Clara se puso de pie y la observo de abajo para arriba y sin decir más la beso.
 Ahora daba vueltas en ese colchón donde tantas veces durmieron juntas, pensaba en el cadáver, en Clara, en los ruidos de la calle, en Brenda, se imagino en la costanera de Posadas, se observo mirando para Encarnación y deseando como nunca que en toda esa extensión de país que empezaba cruzando el puente, Clara viva y contenta, camine feliz por las calles.



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