lunes, enero 14, 2013

Viuda

"Capsula del tiempo que me mantiene estancado.
Pensar que antes no miraba la vida pasar, ella me veía a mí. 
Me estanque en algún tiempo, me quedé ahí". 

 En la valija puso las prendas de estación, y las que más usaba. Puso además un poco de hojas de canela para darle un rico aroma a nuevo. Se peino las mechas turquesa nada más, lo demás lo dejó así como se había levantado esa mañana. El vestido floreado era el que mejor le sentaba para la ocasión, debía pasar como "tranquila, desapercibida" aunque esas mechas gritaban con desesperación, por eso lo demás no se peino para confundirlas entre tanto pelo castaño. 
 El baño destilaba ese olor que le recordaba a la infancia, esa infancia rara, de siestas de calor sepia y ventiladores de todas las formas. Destilaba el olor del matadero que quedaba a dos cuadras de su casa, de donde corría la sangre que terminaba en la laguna de su barrio, e impregnaba de ese olor a sangre toda la cuadra. No quería ni mirar la pileta, se delineaba los parpados sin mirar para abajo, igual al cuchillo no lo iba a tirar ni muerta, ni por más muertos. Después de tanto cansancio por fin se había terminado ese mal cuento. Por fin acabo con su desgracia, ahora era libre, ahora su corazón latía tranquilo, se fue para siempre la causa de sus desgracias y con eso se venía su nueva vida.  
 En el super de la esquina se compro unas bolsas de polietileno, que sabía las podía usar en cualquier momento y así fue. Tenía cinta de papel blanco que su amigo Nico se olvido cuando le ayudo con la mudanza. Le faltaba una soga, pero tenía una vieja manguera que era de su compañera de departamento. 
Con todo eso envolvió el cadáver sin mancharse con una gota de sangre, después con los guantes de goma  limpio toda la pileta y guardo el cuchillo en el último cajón de la alacena de la cocina. 
 Debía elegir con precisión al taxi que la llevaría, que la ayudaría a terminar con el pasado. Debía ser un viejo rancio capaz de hacer lo que sea por unos simples movimientos de cadera, estaba dispuesta a llegar a las últimas consecuencias para terminar con todo. A las 22.50 se paro en la esquina de la catedral, con su vestido floreado, con los tacos de doce centímetros, y para captar la atención de cualquiera se levanto el vestido cinco dedos más arriba. Dos horas después estaba en la esquina de la estación de trenes con su victima, un anciano cincuentón y fiestero, de esos patriarcales sin un poco de juicio y más oscuros que ella, sabía que el viejo podría matarla y usarla después de muerta si ella hacía algo que no le gustará, se lo veía en los ojos. Pero bueno, tenía todo pensando, y no iba a fallar. 
 Lo miraba desde el espejo y se acomodaba el escote, podía ver los ojos del viejo clavados en sus tetas, (tan predecible el viejo forro) le ordeno que la llevará a la esquina de 1 y 46. Cuando llegaron allí, no hubo mucho que decir, el se cambio a la parte de atrás y ella se le subió encima, al besarle y sentir en sus labios el sabor agridulce tuvo una especie de recoveco que no le gusto para nada, fue un flash donde observo todas sus desgracias, sus frustraciones que la llevaron  a ese momento, que le hizo preguntarle sobre lo malo de todo esto, de todo lo que había vivido, y para qué vivía? cual era el sentido de su vida? Recordó las tardes en el patio de su antiguo departamento con el, recordó las siestas de enero, recordó la vez que viajaron al Chaco y perdidos en medio de la selva hicieron cosas chanchas perdidos entre los ramales, se acordó de los mates, de las cenas, de las películas, de la mañana en que estaba acostada y al abrir los ojos el la estaba mirando dormir en silencio, ¡que susto! Se acordó de cuando tomaron ron y bailaron cumbia encerrados un sábado a la noche, y bailaron ebrios hasta la madrugada. Supo que el ahora era un cadáver, que no podía volver el tiempo atrás y cambiar las cosas, supo que estaba sola, y pensó en morir. 
 A las seis de la mañana su antiguo amor era un escombro flotando en  las aguas platenses, flotando como todos sus recuerdos. Volvieron a las risas en el coche del viejo mientras en la radio sonaba "Cleopatra entrando a Roma" de Dani Umpi, y sintió nostalgia del pasado, ahora empezaba una nueva vida.

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